ELLA

Cuando recibió la última carta supo que esta vez todo sería distinto.

Hacía meses se había apuntado a una de esas listas de singles con la intención de conocer gente nueva. Nada sofisticado. Dejas tu nombre, tus preferencias, y una dirección para comenzar una relación epistolar, de las de antes, de las que ya no se llevan…

Desde entonces, había recibido multitud de “ofertas”. Compañía, charla, amistad, sexo.

Primeras citas que no llegaron a nada porque si no lo sientes, no lo sentirás, o al menos eso opina él.

Algunos encuentros sin más futuro que el de una copa o un café. Pasar el rato. Nada serio. Sin sentido.

 

Pero esa tarde, al llegar a casa, al abrir el buzón, percibió un aroma diferente, algo que le transportó a otro tiempo, a otro recuerdo, a otra mujer. Le recordó a ella y por un momento, un quizás se instaló en su deseo de saber, de conocer, de asegurar que ese aroma le pertenecía.

Subió al apartamento y la dejó allí, esperándole, ansiosa por ser descubierta pero, como todo lo que te apetece más, lo dejó para el final, y comenzó con sus rutinas. Descalzarse, desnudarse, ponerse cómodo. Preparase una copa. Repasar el día. Relajarse.

La veía a lo lejos, provocando.

Se resistía.

Comió algo, sin apenas apetito. El momento se acercaba, ya no había más espera, ya no necesitaba más. Su intuición le decía que era ella.

Lentamente acarició el sobre nacarado y lo sostuvo entre sus manos. Expectante. Deslizó su dedo índice y rasgó aquello que le unía con la incertidumbre, que le separaba del querer saber. Sacó la hoja con cautela, y sonrió…