¿SABES?

Pasa el tiempo, pasan las cosas que debían pasar, se toman decisiones aplazadas y consigues alcanzar ese estado de tranquilidad que te permite cambiar la perspectiva de la vida.

Echas la vista atrás, y sabes que mereció la pena, siempre la merece, pero los ciclos empiezan y se acaban, se retroalimentan en la bondad, en la magia y en la pena. Es todo uno. Y no puedes escapar de esa red que has tejido en torno a ti, que anula los movimientos cotidianos. Te obligas a seguir con las rutinas, entendiendo que la vida debe ser esto, no otra cosa, y te cansas, pero no lo dices.

Y en un momento, tu cabeza hace el click necesario y el sosiego de tu alma llega por fin. Decisiones por tomar, que anulan tu libertad.

Y lo que dejas por el camino, aquello que mereció la pena, lo tendrás, estará para siempre, no te abandonará, porque eres cotidiana, y comprensiva, y razonable, y no juzgas, y apoyas y apoyarás, como hasta ahora, decisiones consensuadas que buscan la tranquilidad.

Tranquilidad que has tenido, y disfrutado, pero que como las velas agotadas, se ha ido apagando, olvidando, dejando de ser. Y no te acuerdas, te olvidaste, y te olvidaste de vivir, de ser tú, de ser.

La pena que te embarga por otros tiempos vividos, se irá también, y dejará paso a sensaciones nuevas, a personas nuevas, a viajes nuevos, a vivencias nuevas, a primaveras nuevas, a sabores nuevos, a tiempos nuevos.

Somos lo que vivimos, no me olvido. Y somos lo que proyectamos, y proyecto vidas nuevas. Y me concentro en mis sueños alcanzables, porque de los otros me arrepiento y no los siento. Queda tanto por hacer, queda tanto por sentir, queda tanto por vivir.

¿Sabes? Me siento tan feliz, que nunca me había dado cuenta, que mi anterior felicidad ni se acercaba a lo que realmente siento en este instante.

Coge una silla y siéntate.