SOLEDAD

El miedo a la soledad era lo único que les mantenía juntos.

La necesidad compartida de ocupar sus momentos el uno con el otro. Para no pensar. Para no esforzarse. Para no comprometerse con nada. Aburrimiento, tedio, monotonía.

 

Era necesario salir de aquella espiral sin sentido. Era necesario abandonar lo conocido y trazar un nuevo camino donde la soledad fuera elegida. No compartida. No impuesta.

Decidió que era el momento de poner en marcha los resortes de la vida. Los que en algún momento le habían unido a ella. Los que nunca imaginó que necesitaran tanto engrase, como para hacer casi imposible su chirrido irrefrenable.

Y decidió tomar las riendas de su vida y descansar de la tristeza y el agobio y manejar a su antojo las señales. Decidiendo.

No fue fácil. No lo es. Nunca lo es. Incluso en las situaciones mas adversas. Esas que le empujan sin cesar a tomar decisiones a favor. A su favor. Incluso así no resultaría fácil.

Lo imaginó. Lo supuso. Se lanzó. Y creyó que iba a ganar. Y aún lo cree. Aún se encuentra en el camino de recomponer su alma, y avanzar.

Pero la claridad de la idea le acompaña y se asemeja a lo que quiere para él.

Y está convencido de que ella lo agradece.

Tantas veces anunciado. Tantas veces intentado. Tantas veces que se ahogaron en la nada. En la apatía. En la imaginación paralizada de una tarde de domingo.

Soledad malentendida. Soledad acompañada de un vacío insostenible.

Donde no quieres llegar. Donde no quieres estar. Donde no quieres volver.

¿Quién te dice que el camino que elegiste es acertado mas que tú?.

Nadie te asegura nada.

Nadie te hará sospechar de tus errores.

Nadie recapacitará en tus torpezas.

Sólo uno mismo. El asunto que cada uno debe dirimir. Y resolver. Y renacer de los rescoldos de unas brasas que apagaron el calor de aquellos días. Sin sentido. Sin espera. Sin calor.

Y fue el sentir en soledad lo que al fin le acompañó en su decisión de dejar de ser, para seguir siendo.