CALLAR

Para poder decir algo, lo importante es tener algo que decir.

Ella ya no tiene nada que decir.
Se quedó sin palabras hace tiempo.
Cuando se juntan para comer su mirada tiende a infinito.
Cuando se van a la cama, la fría linea que separa sus cuerpos se llena de vacío y soledad.
Ya no le mira a los ojos.
Ya no le busca.
No elige que la toque. O que la bese.
Ni siquiera que la quiera.
Ya no le ama.
Ya no encuentra nada que decirle.
Pero sigue ahí.
Y él no dice nada.
No hace nada.
No pregunta nada.
Sólo sigue ahí.
Piensa en cortar sus lazos invisibles y no sabe hacerlo, no quiere pensarlo, no puede decirlo.
Seguir adelante en paralelo es su única forma de seguir.
Compartir espacios necesarios exentos de contenido.
No recuerda cómo pasó. Cuándo pasó. No le importa.
Ya no le da vueltas.
Su límite es permanecer.
Mantenerse.
Mantenerlo.
Cuando salen se cogen de la mano. No se rehuyen. Puede que se busquen.
Nadie lo sabe.
Ella no cuenta el secreto de sus días.
Nadie pregunta.
Todos entienden que todo va bien.
Y no va bien.
Nada va bien.
Pero ya no le da vueltas. Se acostumbra.
Y se queda.
Y se quedará, seguro. E insegura.

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Para poder decir algo, lo importante es tener algo que decir.

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