mar

Qué suerte tener el mar a mano, pasear sus orillas y hundir los pies en la arena mojada. Qué bien poder seguir las huellas de mis propios pasos de ida, y de vuelta a empezar. Qué pena sentarnos a esperar que la vida siga sin darnos el trabajo por hacer. Qué sensación de agonía esperar la respuesta a los mensajes del silencio. Qué manera de permanecer queriendo salirme con la mía, soltando lastre, y aprendiendo a navegar contracorriente.


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