Cogió el tren de las tres quince.
Puntual, como siempre.
Era el que acostumbraba a coger cada viernes desde hacia dos años.
El que le llevaba a su lado.
Se vestía por la mañana con un interés diferente, pensando en gustarle. Y sobre todo en sorprenderle.
Cuidaba hasta el mas mínimo detalle.
La ropa interior era fundamental, aunque apenas le duraba puesta una vez llegaban a su apartamento.
Tal era la necesidad física que iban acumulando durante la semana.
Él nunca había venido a su casa. En realidad no la sentía como suya.
Desplazada a causa del trabajo, compartía piso como si fuera una adolescente en proceso de maduración.
Pero no podía hacer otra cosa. Su sueldo no le permitía vivir sola, aunque en algún momento le planteó la posibilidad de alquilar algo mas pequeño, mas coqueto, mas barato…
Todo quedó en la idea.
Pero se sentía satisfecha de cómo iban las cosas. Desde el principio sabía que él estaba jodidamente enamorado. Y ella…
Ella cayó en sus brazos sin remedio. Su sonrisa, sus caricias, sus sueños, sus deseos.
Le miraba y le admiraba.
Le excitaba.
Le mimaba.
Le llevaba al límite.
Consintiéndole.
Le pedía, y se lo daba. Y recibía…
Le seguía pareciendo tan sexy como el primer día.
«Nuestro sexo es fantástico, amor» le repetía. Y era cierto.
Las escasas dos horas de viaje las pasaba fantaseando.
¿Cómo la recibiría esta vez? ¿La encontraría guapa? ¿Se daría cuenta que llevaba aquella blusa que le gustaba tanto? ¿Percibiría su nuevo perfume al abrazarla?¿Pediría un nuevo deseo sobre su ropa interior recién estrenada?¿Cuánto tardaría en quitársela esta vez?
Albergaba dudas sobre si su relación no se habría convertido en algo puramente físico. Pero enseguida deshechaba esa idea porque sabía que la quería. Y le quería.
Crecían juntos. Se complementaban. Estaban unidos aunque fuera en la distancia. Hablaban sin parar. Se lo contaban todo. Todo.
Y un día se lo contó.
Había conocido a otra. Nada serio. Pero se sentía atraído. Habían quedado en varias ocasiones a tomar café o unas cañas. Habían salido de copas, y a bailar. Se sentía muy atraído. Y el sexo era fantástico. Como el nuestro. Tenía lo que no tenía con ella. La complicidad de la cercanía. La disponibilidad del tiempo. La rutina del día a día. Tan necesaria.
Cogió el tren de las tres quince.
Puntual, como siempre.
Sabía que esta vez, nadie la estaría esperando.
Pensar que la distancia pueda ser un impedimento, cuando se siente de verdad, o quizás no se sienta tan de verdad como uno cree. Me ha encantado, no sabes lo bonito que lo has descrito. Sublime hoy. Besos amiga!!!
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Muchas gracias Mª Jose. Sabes que tu forma de escribir desgarradora me atrapa siempre. De manera que haberte llegado me llena.
Mil besos de jueves 😘😘
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Ay Mayte…tremendamente bonito, has descrito tan bien cada sentimiento que lo he sentido yo. Hasta se me ha escapado una lágrima, me pillas en un día tonto.
Feliz finde preciosa!!!!!!
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No hay dias tontos Ana.
Hay dias sentidos. Porque a veces tenemos los sentimientos tan a flor de piel que salen necesariamente por nuestros poros.
Sentimental. Eso es lo que eres. Y me encanta. Besazos de finde guapísima!😘😘
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Qué triste Mai, pero qué bonito escrito, como siempre! Besos
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Muchas gracias Eva. Toca recomponerse y continuar 😊😊😘
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